Comentario
Los grandes espacios y volúmenes de estos templos, siguiendo formas prerrománicas, se muestran más rotundos en sus estructuras prismáticas merced a los muros de grandes superficies lisas en las que apenas son perceptibles los vanos. Pero si esto es una constante en la mayoría de los edificios otonianos, también veremos, en estos momentos, cómo se inicia una experimentación arquitectónica preocupada por dinamizar los paramentos de los muros. Es un interés por la estética arquitectónica que sólo percibimos en grandes obras, donde se aprecia que el arquitecto insinúa tímidamente un deseo de ruptura con el tradicional muro inarticulado, pero sólo aplicado a puntos muy concretos del conjunto. Es una tendencia coetánea a las primeras experiencias del primer románico y ligeramente posterior a realizaciones bizantinas similares.La restauradísima fachada de San Pantaleón de Colonia nos muestra el interés de su constructor por evitar las grandes superficies paraméntales lisas y pesadas. Bandas verticales, líneas de impostas y series de arquillos dinamizan la superficie de un muro que sin ellos se vería tremendamente pesado y monótono. La sabiduría arquitectónica de este constructor le lleva a articular los volúmenes con una rica disposición escalonada de los mismos, evitando que éstos se prolonguen en exceso bajo las mismas formas volumétricas. A este respecto, obsérvese las torres laterales que, arrancando el suelo en sección cuadrada, a media altura se convierten en octogonales, para terminar circulares. Que esta concepción de fachada y volúmenes corresponde al proyecto original, y no a transformaciones posteriores o al pastiche de los modernos restauradores, nos lo confirma la abacial benedictina de Münstereifel, que la reproduce, muy fielmente, en toda la organización de sus volúmenes, a principios del XI.La iglesia benedictina de Mittelzell, en la isla de Reichnau (lago Constanza), presenta, ya a fines de la primera mitad del XI, una gran torre occidental, cuyo paramento aparece geométricamente fraccionado por el resalte de una decoración de bandas y arquitos similares a los que hemos visto en Colonia y a los que también contemplaremos en muchos de los edificios del primer románico.Pero, con toda seguridad, la gran aportación de la arquitectura otoniana a la historia del templo cristiano medieval es la preocupación por buscar una armónica disposición de los muros laterales que configuran el espacio de la gran nave central. Basta comparar las naves de templos como Hildesheim o San Jorge de Reichenau-Oberzell con la de Santiago de Compostela o la de las posteriores catedrales góticas para darse cuenta cómo se ha ido transformado este muro. En la historia de este proceso experimental, edificios como San Ciriaco de Gernrode y la catedral de Espira constituyen hitos fundamentales.Genrode se funda por iniciativa del margrave Gero en 959, poco después de la muerte de su hijo Sigfrido, para asegurar el futuro de su nuera Hedwige. La obras debieron transcurrir con cierta celeridad pues, a la muerte del fundador, 965, pudo ser enterrado en una parte de la iglesia ya construida. Para lo que aquí nos interesa, dejando aparte distintas transformaciones posteriores, antes de finalizar el X, la nave central estaría construida tal como la contemplamos en la actualidad: los muros laterales se organizan en tres niveles horizontales claramente definidos. Abajo, la arcada del intercolumnio; sobre éste, una arquería corrida como una loggia; por último, el orden de ventanas que iluminan el templo. La principal diferencia con las basílicas de tradición carolingia era la introducción de ese nivel intermedio con los vanos de la tribuna. La incorporación de este elemento funcional -la tribuna- rompe la monotonía de un muro que antes se mostraba liso desde las ventanas superiores al intercolumnio de abajo. ¿Por qué se emplea aquí?.Los especialistas han discutido sobre la pervivencia de estas tribunas en las basílicas occidentales desde época paleocristiana; la opinión más generalizada es que su uso sólo pervivió, y con gran desarrollo, en la arquitectura bizantina. Los contactos del mundo otoniano con Bizancio, que favorecen la presencia de artistas griegos trabajando en Occidente, pudieron contribuir a la introducción de su uso, máxime teniendo en cuenta que se trataba de una iglesia para una comunidad de monjas.La arcada de la tribuna hizo ver a los arquitectos que era una bella forma de articulación muraria. En. la iglesia de San Esteban Vignory (Alto Marne), hacia 1020, los vanos que separan las ventanas del intercolumnio ya no responden a la presencia material de una tribuna, sino que tienen un valor decorativo que aligeran la pesadez del muro a la vez que lo dinamizan.Antes de las grandes transformaciones ya románicas de la catedral de Espira, llevadas a cabo por Enrique IV, su nave central había sido concebida por los constructores de Conrado II (990-1039) con unos muros laterales articulados por pilares con una columna en su frente, que ascendían por el muro disponiendo un arco doblado sobre cada ventana. La conjunción de esta solución articulatoria con la de Gernrode-Vignory dará origen a las formas equilibradas de las grandes iglesias del románico pleno. También se darán en Espira experiencias sobre el escalonamiento de vanos, que permitirán, durante el románico pleno, disponer elementos esculturados en los resaltes de los vanos.